This weekend, Pope Francis and Bishop Joe Vasquez have asked that we pray this prayer for Migrants and Refugees on this World Day for Migrants And Refugees.
Prayer for World Day for Migrants and Refugees Lord Jesus, you call us to welcome the members of God's family who come to our land to escape oppression, poverty, persecution, violence, and war. Like your disciples, we too are filled with fear and doubt and even suspicion. We build barriers in our hearts
and in our minds.
Lord Jesus, help us by your grace,
• To banish fear from our hearts, that we may embrace each of your children as our own brother and sister;
• To welcome migrants and refugees with joy and generosi-ty, while responding to their needs;
• To realize that you call all people to your holy mountain to learn the ways of peace and justice;
• To share of our abundance as you spread a banquet be-fore us;
• To give witness to your love for all people, as we cele-brate the many gifts they bring.
We pray that you protect migrants on their journey, and that give them your divine protection and shield them from evil. We ask that you open our hearts so that we may provide hospitality for those who come in search of refuge, so that we might welcome them as one of our own.
We pray this through our Lord Jesus Christ, your Son, who lives and reigns with you and the Holy Spirit, one God for-ever and ever. Amen
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy el evangelio de san Lucas presenta la parábola del hombre rico y del pobre Lázaro (cf. Le 16, 19-31). El rico personifica el uso injusto de las riquezas por parte de quien las utiliza para un lujo desenfrenado y egoísta, pensando solamente en satisfacerse a sí mismo, sin tener en cuenta de ningún modo al mendigo que está a su puerta. El pobre, al contrario, representa a la persona de la que solamente Dios se cuida: a diferencia del rico, tiene un nombre, Lázaro, abreviatura de Eleázaro (Eleazar), que significa precisamente "Dios le ayuda". A quien está olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los del Señor. La narración muestra cómo la iniquidad terrena es vencida por la justicia divina: después de la muerte, Lázaro es acogido "en el seno de Abraham", es decir, en la bienaventuranza eterna, mientras que el rico acaba "en el infierno, en medio de los tormentos". Se trata de una nueva situación inapelable y definitiva, por lo cual es necesario arrepentirse du-rante la vida; hacerlo después de la muerte no sirve para nada.
Esta parábola se presta también a una lectura en clave social. Sigue siendo memorable la que hizo hace precisamente cuarenta años el Papa Pablo VI en la encíclica Populorum progressio. Hablando de la lucha contra el hambre, escribió: "Se trata de construir un mundo donde todo hombre( ... ) pueda vivir una vida plenamente humana,( ... ) donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico" (n. 47). Las causas de las numerosas situaciones de miseria son - recuerda la encíclica-, por una parte, "las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres" y, por otra, "una naturaleza insuficientemente dominada" (ib.). Por desgracia, ciertas poblaciones sufren por ambos factores a la vez. ¿Cómo no pensar, en este momento, especialmente en los países de África sub-sahariana, afectados durante los días pasados por graves inundaciones? Pero no podemos olvidar otras muchas situaciones de emergencia humanitaria en diversas regiones del planeta, en las que los conflictos por el poder político y económico contribuyen a agravar problemas ambientales ya serios. El llamamiento que en aquel entonces hizo Pablo VI: "Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos" (Populorum progressio, 3), conserva hoy toda su urgencia. No podemos decir que no conocemos el camino que hay que recorrer: tenemos la ley y los profetas, nos dice Jesús en el Evangelio. Quien no quiere escucharlos, no cambiará ni siquiera si alguien de entre los muertos vuelve para amonestarlo.
La Virgen María nos ayude a aprovechar el tiempo presente para escuchar y poner en práctica esta palabra de Dios. Nos obtenga que estemos más atentos a los hermanos necesitados, para compartir con ellos lo mucho o lo poco que tenemos, y contribuir, comenzando por nosotros mismos, a difundir la lógica y el estilo de la auténtica solidaridad. (BENEDICTO XVI, Domingo 30 de septiembre de 2007).